Muchos expertos en salud mental atribuyen el reciente aumento de las enfermedades mentales al DSM-5 (la clasificación estándar de los trastornos mentales) y a la lista cada vez más amplia de trastornos psicológicos que identifica. Pero otros, como el neurocientífico Stephen Porges, no están convencidos de que podamos atribuir el aumento de los problemas de salud mental sólo a los diagnósticos, y las nuevas ideas sobre la salud mental están cambiando para siempre nuestra forma de ver la depresión.
Solíamos pensar que la depresión empezaba en la cabeza y presentaba síntomas físicos como resultado, una representación conductual de la agitación interior. Pero Porges, e investigadores como él, creen que en realidad es lo contrario. Teorizan que el cuerpo puede asimilar los estímulos e interiorizar los datos de la situación mucho mejor de lo que pensábamos, y que -al menos para los estadounidenses agobiados por una depresión leve o moderada- la enfermedad mental es un reflejo inmunológico, similar a la hinchazón que se produce cuando la sangre corre hacia una lesión para inundarla de nutrientes y, en algunos casos, inmovilizar la zona. Por supuesto, esa hinchazón puede ser un problema de salud grave en sí mismo, y lo mismo ocurre con la depresión.
Sin embargo, la nueva escuela de pensamiento señala los efectos positivos de la depresión en muchas situaciones. Por ejemplo, cuando las personas se encuentran en situaciones traumáticas de larga duración, la depresión las saca “fuera” de sí mismas, y los investigadores postulan que este efecto de adormecimiento les permite sobrevivir a sus dificultades diarias, y los recuerdos del periodo pueden ser menos dañinos una vez que salen de él.
La pregunta, por tanto, es qué significan estas nuevas teorías sobre la epidemia de enfermedades mentales que recorre Estados Unidos hoy en día. A nivel básico, indican que muchos estadounidenses se encuentran en situaciones de vida desagradables, como mínimo, y esperan un futuro en el que no sea así. Tal vez, dice el grupo de Porges, la gente moderna se siente atrapada en un mundo en el que la comodidad y el confort son las máximas prioridades. El resultado es una depresión masiva.
Esto significa que, para sobrevivir, la depresión puede ser nuestro amortiguador hasta que podamos buscar una forma de vida muy diferente: un dilema social de primer orden, que no podemos permitirnos ignorar.


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